martes, 2 de julio de 2013

Resultado: el profesor Juan Iñigo Carrera es expulsado de la Facultad

Empecemos por el final. Con la firma de los jurados José Villarruel, Flabián Nievas y Carlos Zurita, se ha llegado a un dictamen en el concurso de profesor titular para la materia Análisis de la Sociedad Argentina con tema de investigación “La formación económica de la sociedad argentina y su crisis”, otorgando el primer lugar a Julián Rebón y relegando al segundo lugar a Juan Iñigo Carrera, creador de la materia optativa que es objeto real del concurso y su único titular hasta ahora.

El Concurso en contexto

La materia se dicta hace once años en la Facultad, cinco de ellos totalmente gratis. En sucesivas cohortes, han pasado por la cursada cientos de alumnos que han podido enfrentarse a un planteo original y a los planteos clásicos sobre la estructura de la sociedad argentina en discusión recíproca, con el propósito de que construyeran una elaboración propia a partir de la crítica de los mismos.

Es decir que en el concurso estaba en juego el reconocimiento del trabajo brindado a La Facultad de Ciencias Sociales durante mucho tiempo bajo formas de contratación precarias. Desde la forma, sin embargo, estos hechos no fueron reconocidos; por esto, el concurso no fue llamado como “de renovación” sino como concurso abierto.

Pero la cuestión dista de terminar aquí. Es sabido que la Universidad de Buenos Aires pretende obligar a jubilarse a sus empleados docentes antes de lo que dice la ley. Era sabido que la directora de la Carrera de Sociología Alcira Daroqui enfrentaba esa política con buen tino, posibilitando a los titulares de cátedra de más edad concursar los cargos en los que se desempeñan, priorizando dichos concursos entre la enorme maraña de irregularidades en la que la docencia en la Carrera (y la Facultad) está sumida, como forma de quitarles precariedad a sus fuentes de trabajo. Eso es lo que verdaderamente estaba en juego en este concurso: permitir a un docente de la casa no ser echado de la Facultad en función de una política arbitraria que institucionalmente se dice combatir. Visto lo ocurrido, no nos queda otra que concluir que se trata de una ironía cruel. Aquí el mensaje fue: qué mejor forma de “des” precarizarte que… ¡dejarte sin trabajo!

¿Cómo se llegó al punto en el que estamos?

Mediante un proceso a todas luces irregular. El día 31 de mayo se llevaron a cabo las entrevistas y pruebas de oposición. Luego de deliberar por más de 6 horas, el jurado resolvió pasar a un cuarto intermedio. El 19 de junio los jurados presentaron un dictamen favoreciendo a Rebón, sin que hubieran comunicado en ningún momento a los veedores estudiantil y por graduados que se reanudaba la deliberación. Es decir, ésta se desarrolló a espaldas de al menos dos de quienes debían garantizar la transparencia del procedimiento y cuya participación en los concursos supone la vigencia del cogobierno en la selección de los docentes universitarios. Pero las irregularidades no terminan aquí. En lo que hace a la evaluación de antecedentes referidas a las publicaciones, el dictamen muestra fallas en dos aspectos. Por un lado, carece de criterios claros para la clasificación de los antecedentes y, de mayor gravedad, dichos criterios varían según el candidato.

Documentos de trabajo que se convierten en libros por obra y gracia de la contabilidad del jurado, compilaciones y antologías que se convierten en autorías, colaboraciones de uno que parecen valer tanto como la autoría única del otro, publicaciones del Instituto de Investigación Gino Germani (que Rebón dirigió) que valen tanto o más que publicaciones en revistas nacionales e internacionales en cuyos comités editoriales Iñigo Carrera no tiene ni ha tenido ninguna injerencia, “conversaciones” por escrito entre tres científicos sociales que se convierten en artículos, publicaciones en revistas que (sin que medie argumento alguno) se decide no contabilizar, el desconocimiento de un plumazo de la producción de Iñigo Carrera en su trayectoria como consultor de organismos estatales que operan sobre el objeto de investigación de la materia concursada (la formación económica de la sociedad argentina), la vista gorda de las obvias diferencias entre ambos en cuanto a la experiencia docente (tanto en Sociales como en otras unidades académicas de ésta y otras universidades nacionales)... todas estas manganetas y muchas más obran el milagro: Julián Rebón queda primero en el orden de mérito, en un dictamen que enumera caóticamente antecedentes de uno y otro sin explicitar una ponderación de ellos y elogia el plan de labor docente, el plan de investigación y la oposición de Iñigo Carrera (sin hacer más que un resumen de los de Rebón).

Un párrafo aparte merece el informe del veedor por el claustro de profesores, Damián Pierbattisti. Luego de calificar como “ambicioso” el tema de oposición que supuestamente habría “elegido” Iñigo Carrera (en realidad, era el tema de investigación con que el concurso había sido llamado por la Carrera, así de consustanciado estaba Pierbattisti con el procedimiento por cuya transparencia debía velar), se despacha con apreciaciones sobre el contenido de la oposición de Iñigo Carrera que lo único que dejan en evidencia es que no escuchó o no entendió la exposición que éste hizo y las pormenorizadas respuestas que dio a las preguntas del jurado (por ejemplo, con respecto a por qué la medición habitual del PBI refleja el volumen físico del producto y qué cómputos son necesarios para que exprese lo más fielmente posible su magnitud de valor, o lo que transcribe como “plusvalía deducida de los gastos de circulación” cuando Iñigo Carrera se refirió a la “ganancia neta de gastos de circulación”). Pierbattisti avanza en su embestida y se atribuye a sí mismo el papel de vocero del jurado al plantear que las respuestas de Iñigo Carrera fueron consideradas insatisfactorias por los miembros de aquél… Al parecer, Pierbattisti sabe lo que piensa el jurado mejor que sus propios miembros, que escriben en el dictamen: “Se le formularon diversas preguntas que resolvió con solvencia, entre ellas las vinculadas a la metodología utilizada o las referidas a la comparación con otras regiones de nuevo poblamiento (Australia y Nueva Zelanda) que ampliaron la explicación precedente.”. Será por eso que también puede escribir que el jurado consideró que Rebón tenía más antecedentes, cuando sus miembros plantearon expresamente que estaban “técnicamente” igualados, al menos durante la deliberación de la que pudieron participar los veedores de estudiantes y graduados. Es tanta la soberbia del veedor por profesores, que hasta se permite hacer una referencia a las edades de los candidatos en términos de que la distancia es de un “generoso cuarto de siglo” (sic). Para pensar en manos de quién estará la carrera en caso de que se confirme su candidatura y la comunidad académica de Sociología lo acompañe con su voto.

¿Y cuál es el punto en el que estamos?

Los miembros de la cátedra tenemos claro que, en el largo plazo, el hecho político de importancia no es el resultado de un concurso sino que efectivamente existan las producciones de Iñigo Carrera que dan sustento al contenido de sus clases y los espacios de colectivos de producción de la conciencia en que éstos se confrontan con planteos diferentes, incluyendo los que cada uno de nosotros ha elaborado. A nosotros, particularmente, no nos caben demasiadas dudas acerca de las producciones de cuál de los dos concursantes se seguirán discutiendo en quince, veinticinco, cincuenta o cien años. Sin embargo, sería auspicioso que, por una vez, la “razón académica” no obstaculizara sino que potenciara aquella producción colectiva.

En definitiva de eso se trata esto: de que en cada decisión de este tipo que se toma, se está construyendo la Facultad en que se formará una parte importante de los futuros científicos sociales del país. Y que hay que elegir si en ella tienen más cabida quienes hacen la gestión política de sus carreras personales a través del ejercicio de sucesivos cargos en las diversas instancias de la administración del sistema universitario nacional, que quienes (muchas veces sin más recompensa que la acción política misma que desarrollan) silenciosa y persistentemente han dedicado su vida a estudiar, investigar, elaborar un desarrollo original y formar nuevas generaciones de sujetos preocupados por comprender en qué consiste hoy la construcción de la sociedad futura. 

Finalmente, cabe preguntarse ¿quiénes son la cara visible de estas decisiones? ¿Será posible que dentro de una posición que se pretende crítica o de izquierda tanto la gestión de la carrera como los jurados y hasta el propio concursante hagan su interés particular escondiéndose detrás de las polleras de los “criterios académicos” y, para colmo, como se ha dicho, sin ningún asidero, ya que de ser utilizados sin parcialidad manifiesta esos mismos criterios dictarían lo contrario? Después, ¿con qué cara nos hablarán del cambio social? Tal vez el plan oculto sea que el titular de la cátedra (y, habría que pensar, tal vez también el resto de ella) pase a desempeñar funciones como objeto de estudio en las investigaciones sobre métodos de lucha de trabajadores desocupados. Si no es así, habría que revisar seriamente qué acciones concretas se llevan adelante bajo los slogans de “cambio social”, “imaginación”, “autonomización”, etc.

La situación resulta preocupante, no sólo por este caso particular sino como precedente de manejos similares. Pero resulta más preocupante aún cuando se considera que todos los involucrados de la Facultad de Ciencias Sociales son afiliados a la AGD y de la boca para afuera se manifiestan identificados con la resistencia a las cesantías. Estamos ante una serie de claras expresiones de la más absoluta falta de ética y solidaridad gremial. La demuestra Rebón (quien incluye en sus antecedentes el estudio de la resistencia obrera a la pérdida de fuentes de trabajo y el haber asesorado al INADI) cuando se presenta a un concurso sabiendo que se trata de un paso formal necesario para que un compañero no sea cesanteado debido a su edad. La demuestran Nievas y Villarruel cuando, borrando las diferencias a favor de Iñigo Carrera en cuanto a la exposición y a la pertinencia, a la presentación efectiva de un plan de investigación y a los antecedentes docentes, en particular con relación a la materia en cuestión, deciden a sabiendas la cesantía de Iñigo Carrera para favorecer a un aliado político de peso institucional notablemente mayor. Y lo demuestra Pierbattisti avalando esta maniobra, hasta el punto de incluir en su informe una alusión descalificativa a propósito de la edad del Prof. Iñigo Carrera. Todos defensores del trabajador en los papeles, pero se ve que para ellos hasta el voto que significa un cargo de profesor titular bien vale una misa.

El concurso de Juan Iñigo Carrera constituye un caso testigo y una pequeña muestra de la Carrera, la Facultad y la Universidad que cada uno de los involucrados apunta a construir.

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