jueves, 8 de agosto de 2013

Intervención de Juan Iñigo Carrera en el debate en torno al concurso

Un concurso como objeto del debate sociológico en el espacio de la Carrera

Se ha tornado una práctica habitual en la discusión política que cualquier crítica a la posición que se defiende, por más objetiva y fundada que sea, constituye un ataque “agresivo y difamante”, una descarga de “infamias y difamaciones”. Este es el tono con el que repetidamente asocia mi nombre la Carta que la Dirección de la Carrera de Sociología puso en circulación hace unos días con referencia al concurso que, tal como la propia Carta enuncia, tenía por contenido real la materia “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis”. Y, en una visible coincidencia terminológica, este es también el tono del comunicado que difundiera el postulante Julián Rebón al respecto.

No voy a caer en ese terreno estéril, que sólo lleva a vaciar el debate del verdadero contenido en juego. Por el contrario, tomo las circunstancias en las que se viene desarrollando el concurso para poner en discusión dos contenidos que hacen a la problemática misma de la Carrera de Sociología. Se trata de tomar dos manifestaciones concretas del ámbito de la Carrera a propósito del concurso, como objeto del análisis sociológico y, por lo tanto, como objeto de la acción de quienes integramos dicho ámbito.

1. Individualismo academicista y solidaridad obrera

El primer contenido se refiere a los modos de solidaridad en que toma forma la acción consciente de los vendedores de fuerza de trabajo que constituye a la clase obrera como tal. Rebón sintetiza su justificación del hecho de haberse presentado al concurso afirmando que “un concurso es un concurso” y su “derecho a concursar”. Y la misma idea subyace en la Carta de la Carrera. Sin duda, en los ámbitos universitarios donde reina el más crudo individualismo academicista, nadie dudaría en reafirmar que “un concurso es un concurso” en el sentido señalado, sin importar el significado de esta afirmación respecto de las condiciones concretas en que los trabajadores docentes reproducimos nuestra fuerza de trabajo. Pero aquí no podemos dejar de preguntarnos: ¿es esta concepción individualista la que colectivamente consideramos que impera, o que deba imperar, en el espacio de Sociología? Es que acaso, como problemática que directamente nos incumbe en nuestra condición de colectivo de trabajadores del área, que además tenemos como objeto concreto de trabajo el estudio de las relaciones sociales, no debemos preguntarnos ¿cómo evitar caer en la “anarquía” y la confrontación “todos contra todos”?, ¿cómo construir una solidaridad activa en un orden social que promueve el individualismo y el egoísmo? Al formular estas dos últimas preguntas no hago sino coincidir con las inquietudes teóricas de Rebón, ya que las he tomado textualmente de un escrito suyo (“Trabajando sin patrón. Las empresas recuperadas y la producción”, pp. 24-25).

Encaremos entonces la situación generada en torno al concurso desde el punto de vista de estos interrogantes propios de la problemática sociológica y de nuestra condición de miembros de la clase obrera. En el espacio de Sociología, era público y notorio que el concurso en cuestión no era por un cargo nuevo sino que era la forma en que, en ausencia de una carrera docente, se podía regularizar mi situación de trabajador precarizado. Y que esta situación se tornaba crítica frente a la política de cesantías de la UBA para los trabajadores de más de 65 años, en particular para los con designación interina. Frente a la experiencia en torno a este concurso, y su posible repetición en otros casos, ¿no deberíamos abrir en la Carrera un espacio de debate acerca de si debería primar la solidaridad gremial por sobre el individualismo academicista o viceversa, y de ser posible, llegar a una definición colectiva? ¿no sería un proceso enriquecedor en nuestra doble condición de trabajadores-científicos sociales el abrir un debate acerca de si debería hacerse una diferencia, en la defensa de la posibilidad de conservar sus empleos, entre los trabajadores de una fábrica recuperada y los trabajadores docentes compañeros de sindicato? ¿no deberíamos abrir un debate acerca del sentido de producir un discurso teórico en defensa de la solidaridad obrera que puede contrastar con las acciones prácticas que encaramos en relación con nuestras condiciones concretas como vendedores de fuerza de trabajo?

Ahora, si frente a estas inquietudes la respuesta es el individualismo academicista del “un concurso es un concurso”, entonces lo que solicito en el nombre de mí “derecho a concursar” es una valoración transparente (con presencia plena de los veedores), y objetiva de los antecedentes de ambos concursantes en relación con la materia concreta objeto del concurso (no una mera contabilidad sesgada y distorsionada, ajena a la relevancia del contenido y vacía de fundamentación), que la propia Carta de la Carrera de Sociología define como “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis”.

2. La apariencia de la inocuidad política de un concurso

Retomo la expresión “un concurso es un concurso”. Pero qué pasa cuando un concurso no es simplemente un concurso sino que se constituye en un paso hacia la expulsión del espacio de Sociología de una cátedra que, en palabras del veedor Pierbattisti, aplica el “valor, categoría estructurante de la teoría marxista” a cuestiones en las que “no se aplica habitualmente”. Efectivamente, es un hecho que lo que caracteriza a nuestra cátedra es la inquebrantable estructuración de sus análisis partiendo del contenido más simple de la relación social general propia del modo de producción capitalista, para avanzar luego desplegando de manera consistente dicho contenido bajo sus formas cada vez más concretas de realizarse. Es un hecho característico que el enfoque de la cátedra avanza de este modo hasta poner al descubierto la especificidad nacional del proceso argentino de acumulación de capital. Y, más aún, que no detiene su avance hasta reconocer en las formas de acción política de la clase obrera argentina el carácter de ésta como sujeto histórico. Justamente la unidad de estos hechos ha sido reconocida masivamente como la fortaleza y el aporte central de la cátedra por quienes, con muy distintas perspectivas teóricas y políticas propias, han cursado “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis” a lo largo de los once años en que la venimos presentando. Y lo mismo ha ocurrido con quienes han cursado el seminario de investigación “La cuestión de la unidad entre relaciones económicas y relaciones políticas e ideológicas, y su desarrollo respecto de la sociedad argentina” con que profundizamos la aplicación concreta de dicho desarrollo teórico a la problemática de nuestra sociedad nacional, en lo que, desde el punto de vista de la cátedra, constituye el eje específico mismo de la sociología económica. Se nos ha reconocido así, y no sólo por quienes integran el claustro estudiantil sino también por docentes de otras cátedras, el haber introducido en el espacio de Sociología debates concretos hasta entonces dados por saldados o simplemente ausentes; en particular acerca del carácter histórico del modo de producción capitalista, de la clase obrera como sujeto revolucionario y de ambas cuestiones en relación con la especificidad de la forma nacional que toma la acumulación de capital en nuestro país.

Nuestro punto de vista reconoce a la libre acción consciente y voluntaria de los sujetos políticos como la forma necesaria de realizarse el movimiento de la base económica en el modo de producción capitalista. Por eso, nuestro desarrollo se contrapone a la postulación de “quiebres epistemológicos” que den pie a la transfiguración de las formas concretas de la conciencia en abstracciones que se mueven por fuera de la unidad de contenido y forma de la relación social general que rige nuestro proceso de vida social. Se contrapone igualmente a una relación externa entre base y superestructura, capaz de generar la apariencia de que todo determina a todo y, por lo tanto, de que nada determina a nada, lo cual lleva a la afirmación de la imposibilidad de una acción racional como base de la acción superadora del modo de producción capitalista y a la negación a la clase obrera de su condición de sujeto de dicha acción. Y -frente al momento actual en que la acumulación de capital se basa en la creciente fragmentación de la fuerza de trabajo según sus atributos productivos y, luego de la propia clase obrera, yendo así en contra de la universalidad del ser genérico humano- se contrapone a la inversión ideológica de dicha fragmentación como una abstracta afirmación de identidades parciales, en donde la identidad que no se reconoce es la identidad primaria de clase.

Por cierto, la unidad de método, contenido y forma que sostiene la cátedra choca contra las concepciones crecientemente dominantes en el ámbito de la sociología académica, incluso en la que se presenta como crítica de la sociedad actual, y no sólo en la Argentina. Pero, lejos de aceptar llevar la discusión acerca de dicha unidad hasta sus últimas consecuencias teóricas y prácticas, quienes rechazan nuestro punto de vista suelen no tener más respuesta que la muy postmoderna descalificación: “marxismo arcaico”. Cómo no recordar aquí la crudeza de Lakatos respecto del espacio académico: se “garantiza la libertad de disenso”, claro está que para ejercerla “sólo en privado”, ya que el “sentido común” avala que se le niegue publicación y financiamiento a quien decida así “jugar con el riesgo” de “adherir” a conocimientos “estancados” y hasta “degenerados” (Historia de la ciencia y de sus reconstrucciones racionales).

Lejos de reconocer la coherencia interna de un enfoque que aplica el “valor, categoría estructurante de la teoría marxista” a cuestiones en las que “no se aplica habitualmente” en el estudio concreto de la sociedad argentina, Pierbattisti (señalado por Rebón como su representante entre los veedores) encuentra allí una doble condición para descalificar mi exposición. Notablemente, su informe desnuda el profundo rechazo, una “divisoria de aguas“, que despierta entre quienes comparten su línea de pensamiento esta experiencia en la que hemos avanzado colectivamente con los estudiantes de Sociología durante once años. Tan fuera del espacio de la Carrera necesita ver al enfoque que yo expreso, que no puede dejar de presentar mi exposición como “una conferencia de economía” cuyos conceptos “distan significativamente de ajustarse a los requerimientos y contenidos correspondientes a una clase para alumnos de grado de la Carrera de Sociología”, en contraste con una supuesta “clase de sociología formulada para el ciclo de grado”.
De más está decir que mi exposición fue una breve síntesis del enfoque de la cátedra acerca de la especificidad de la sociedad argentina y de sus crisis, utilizando los mismos instrumentos con que venimos desarrollando las clases de la materia. En un contraste aparentemente absoluto con la posición de Pierbattisti, e incluso en abierta contraposición al juicio que éste le asigna en su informe, el jurado dictaminó acerca de mi exposición que “desarrolló la clase con claridad, utilizando recursos didácticos para sostener las enunciaciones teóricas y las explicaciones empíricas”. Sin embargo, el propio jurado accionó paso a paso para eliminar del concurso la evidencia de que lo que estaba en juego era el espacio teórico ocupado por la cátedra. En primer lugar, el jurado titular Miguel Teubal, quien curiosamente se encontraba presente a la hora en que debía iniciarse el concurso pero que fue sustituido por el segundo suplente José Villarruel, se excusó alegando que se trataba de un concurso de “teoría sociológica”, temática que le era ajena. En segundo lugar, en el listado de temas de oposición definido por el jurado actuante, sólo uno, precisamente el que elegí para realizar mi exposición, se correspondía con la unidad de la cuestión de “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis”. De los temas restantes, alguno tenía relación con aspectos muy parciales de dicha unidad, mientras que la mayoría podía responder a una temática abstracta de “teoría sociológica”. Según me manifestó el único jurado externo a la Carrera de Sociología, Carlos Zurita, el tema elegido por mí había sido propuesto por él; lo cual acentúa más aún que los jurados necesariamente más al tanto del contenido real del concurso por ser integrantes de la Carrera, habían decidido apartar el foco del concurso del contenido para el que había sido convocado. En tercer lugar, al evaluar mis antecedentes en la docencia de grado, el dictamen del jurado omite explicitar los nombres de las materias y seminarios, y sus contenidos concretos, que he dictado y dicto en la Facultad de Ciencias Sociales. De este modo, el jurado completa el borrado del contenido real objeto del concurso. Da curso así, por vía de la omisión, a la misma negación de la pertinencia de la materia “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis” y del seminario de investigación “La cuestión de la unidad entre relaciones económicas y relaciones políticas e ideológicas, y su desarrollo respecto de la sociedad argentina” al espacio de la Carrera de Sociología, sostenida por el veedor Pierbattisti.

Las acciones referidas deslegitiman la permanencia de un enfoque teórico determinado dentro del espacio de Sociología, y, más bien, crean condiciones para su eliminación. Hacerlo no es una cuestión abstractamente académica, sino una cuestión política concreta. Lo que se pone en juego es la permanencia de una determinada forma de acción política de la clase obrera en este espacio. A continuación, fundamento muy brevemente esta afirmación, la cual constituye una definición política mía y de la cátedra abiertamente conocida en el espacio de Sociología, por cuanto ha sido objeto de discusión pública con otros docentes de la Carrera, y por cuanto hemos dedicado sistemáticamente la última clase en cada curso de “La formación económica de la sociedad argentina y sus crisis” a ponerla explícitamente en discusión.

La generalidad de los estudiantes de sociología de la Facultad integran la clase obrera, ya sea en la inmediatez actual de su condición de vendedores de fuerza de trabajo, ya sea en su condición de quienes están en el proceso de producir su fuerza de trabajo como única mercancía de la que van a disponer para vender. Como ocurre con la generalidad de quienes actúan en el campo de la ciencia social, lo que distingue ante todo a los sociólogos de otros miembros de la clase obrera es la forma material del trabajo concreto que realizan. Su objeto de trabajo es la organización del carácter social del trabajo, no desde el punto de vista del capital individual, sino desde el punto de vista de la unidad del proceso de vida social, o sea, que su campo de trabajo corresponde al ámbito en que se mueve directamente el capital total de la sociedad y su representante, el estado. Y este ámbito es el de la superestructura jurídica pública, o sea, el de las relaciones políticas. Por lo tanto, quienes estudian sociología se están produciendo a sí mismos como sujetos portadores de una conciencia científica destinada a actuar concretamente en el ámbito de las relaciones políticas. En pocas palabras, se están produciendo a sí mismos como sujetos políticos.

Por su parte, el carácter social de nuestro trabajo como docentes de ciencia social no consiste en producir la conciencia de los estudiantes, ya que el sujeto de esta producción es cada estudiante en su propia persona. Pero el carácter social del trabajo docente es operar en el proceso en el cual cada estudiante produce su propia conciencia. Y, el hecho de que operamos en estos procesos de producción científica de conciencias políticas, nos define, también por la misma forma concreta de nuestro trabajo, como sujetos políticos, como sujetos de la acción política. Y esta determinación nos es propia en nuestra condición de vendedores de fuerza de trabajo (que lo somos aun como población obrera sobrante al grado de tener que regalar nuestra fuerza de trabajo), o sea, en nuestra condición de miembros de la clase obrera. Somos miembros de la clase obrera cuyo trabajo concreto consiste en operar en el proceso en que otros miembros de la clase obrera producen su conciencia política sobre un fundamento científico. Y somos tales sujetos políticos, nos guste o no, seamos conscientes de ello o pretendamos vivir en un limbo de apoliticismo académico.

Así, la definición de un concurso que avanza en la exclusión de la Carrera de Sociología de un enfoque marxista íntegramente coherente con su “categoría estructurante”, y cuyo sentido ha sido avalado aun por los estudiantes que discrepan profundamente con él, es una acción política.

La afirmación misma de que “un concurso es un concurso” es una definición política. Este carácter puede pasar inadvertido, y más probablemente ser enfáticamente negado, en un espacio donde el tenor político imperante en general sea el del cultivo de la apariencia del apoliticismo academicista. Pero ¿acaso este apoliticismo academicista es el tenor político general que impera entre quienes integramos la Carrera de Sociología? ¿Es que se trata de un descubrimiento extraordinario el de que, tras la apariencia del apoliticismo academicista crudamente portada en el “un concurso es un concurso”, se oculta una doble virtud en el terreno de la lucha política en el ámbito académico? Primero, la virtud de quitar espacio, o directamente del espacio, a un enfoque crítico de las concepciones de la línea de pensamiento políticamente dominante en la gestión de la Carrera. Segundo, la virtud de aportarle a esta línea la designación de un profesor titular; designación sumamente valiosa para accionar en otro frente de su gestión política en el proceso de producción de la conciencia sociológica de la clase obrera, a saber, en el ejercicio del poder político formal dentro de la Facultad. ¿No deberíamos abrir en la Carrera un espacio de debate acerca de los contenidos y formas de acción política que realizamos con nuestra actividad como docentes miembros de la clase obrera que operamos en el proceso en que otros miembros de la misma clase producen su conciencia política sobre una base científica?

Contra las apariencias del apoliticismo académico con que se pretende cubrir las consecuencias políticas de una operatoria carente de transparencia y manifiestamente arbitraria, los integrantes de la cátedra no estamos luchando simplemente por mi situación laboral, sino concretamente por nuestra forma de acción política y su espacio dentro de la Carrera de Sociología. Un concurso es mucho más que un concurso.
Juan Iñigo Carrera

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